Actividades tan cotidianas como conducir o encender el aire acondicionado ahora en verano, emiten grandes cantidades de CO2 a la atmósfera. Pero no sólo lo que hacemos día a día contamina. Los alimentos que comemos también generan emisiones y tienen su propia huella de carbono.
Este concepto, huella de carbono, hace referencia a todas las emisiones de dióxido de carbono que se generan durante el ciclo de vida de un producto: producción, distribución, y en el caso de alimentos, su cultivo, recolección, el traslado a la planta de elaboración, el proceso de elaboración y finalmente el envasado.
Y después de toda esta cadena de trabajo, ¿cómo podemos saber cuánto CO2 emite un tomate o un kilo de carne? La Asociación de Empresas de Productos Ecológicos de Andalucía (EPEA), junto con la Junta de Andalucía, ha desarrollado esta metodología para calcular las emisiones de gases de efecto invernadero durante el ciclo de vida de un producto.
En esta página web, iniciativa de EPEA, encontrarás más información sobre la etiqueta de huella de carbono, a la que los alimentos podrán optar voluntariamente a partir de septiembre.
Este concepto, huella de carbono, hace referencia a todas las emisiones de dióxido de carbono que se generan durante el ciclo de vida de un producto: producción, distribución, y en el caso de alimentos, su cultivo, recolección, el traslado a la planta de elaboración, el proceso de elaboración y finalmente el envasado.
Y después de toda esta cadena de trabajo, ¿cómo podemos saber cuánto CO2 emite un tomate o un kilo de carne? La Asociación de Empresas de Productos Ecológicos de Andalucía (EPEA), junto con la Junta de Andalucía, ha desarrollado esta metodología para calcular las emisiones de gases de efecto invernadero durante el ciclo de vida de un producto.
En esta página web, iniciativa de EPEA, encontrarás más información sobre la etiqueta de huella de carbono, a la que los alimentos podrán optar voluntariamente a partir de septiembre.
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